El vecino país acude a las urnas en unos comicios que despejarán las dudas de cara a las generales de octubre.
La cita de los argentinos en las urnas tiene un doble impacto para el Ejecutivo local. Por un lado, el político, ya que ocurren un año antes de las elecciones generales en Uruguay y en medio prematuro clima electoral nacional. Y, por el otro, económico, con una coyuntura que acusa día a día el efecto de los desvaríos en Argentina.
Aunque Luis Lacalle Pou ha defendido a lo largo de todo su mandato que las relaciones entre gobiernos no deben basarse en la consonancia ideológica – el ejemplo siempre ha sido la relación comercial con países como Cuba o Venezuela- bien sabida es la buena sintonía entre el presidente y los precandidatos que representan el espacio de Juntos por el Cambio (JxC).
Tanto Horacio Rodríguez Larreta como Patricia Bullrich han mantenido encuentros con el jefe de Estado. Del otro lado del charco, Uruguay se erige, en el imaginario del votante de derecha, como un faro de institucionalidad, Estado de derecho y respeto a la actividad privada.
Con el candidato oficialista, el ministro de Economía Sergio Massa, el tono de la relación ha estado marcado por los constante achaques del primero a las condiciones fiscales de Uruguay y su supuesta responsabilidad en la existencia de empresas fantasmas y triangulaciones con Estados Unidos que defraudan al Estado argentino.
No se puede olvidar ese primer cruce por los dichos peyorativos de Massa calificando de “hermano menor” a Uruguay dentro del Mercosur y, con ello, invalidando los reclamos de Lacalle Pou de una mayor apertura al mundo. “Disneylandia”, respondió categórico el presidente de la República, sin ocultar su enojo.
Más allá de las relaciones diplomáticas que marcarían el último año de gestión del actual gobierno respecto a Argentina, los comicios en ese país también se leen en clave electoral fronteras adentro.
Como ocurrió con el caso de Brasil, donde el triunfo de Lula da Silva envalentonó la interna del Frente Amplio (FA), obligando al mismísimo Luis Lacalle Pou a tranquilizar a sus tropas con la promesa de que “la mancha roja no va a llegar acá”, la definición en Argentina también tendrá su impacto en la carrera proselitista uruguaya.
Los resultados dirimirán el espectro ideológico de la región. La continuidad del peronismo, aunque más moderado que en los tiempos de Cristina Kirchner, mantendrá dentro de los frenteamplistas la ilusión de una Latinoamérica afín. El triunfo de la derecha, en tanto, podría potenciar la interna del oficialismo en Uruguay.
No obstante, el mayor impacto de las elecciones en Argentina, incluso inmediato, será en el ámbito económico. Hoy por hoy, el Río de La Plata separa a las economías que tienen las monedas más sobrevaluada y devaluada del mundo, según el Índice Big Mac de The Economist y el FMI respectivamente.
Ello se ha traducido en una brecha de precios de 126% en el litoral de acuerdo al informe de julio del Observatorio de Precios Fronterizos de la UCU en Salto y en un déficit turístico de 205 millones de dólares en el segundo trimestre del año.
El Banco Central del Uruguay (BCU) monitorea periódicamente la situación, mientras que la ministra de Economía y Finanzas, Azucena Arbeleche, reconoció que la diferencia cambiaria con Argentina es uno de sus mayores desafíos.
La mitad del crecimiento del consumo de los uruguayos previsto para este año (1,5%) ocurrirá en Argentina, alertó Exante. El impacto fiscal ya se siente, con una notoria caída de la recaudación de la DGI en impuestos vinculados al consumo como el IVA y el Imesi a combustibles.
La ruptura de nuevos máximos históricos que viene registrando el dólar blue argentino es la marca de medición de las consecuencias que la coyuntura económica argentina tiene en Uruguay. Aunque no es la única.
Los desequilibrios macroeconómicos de Argentina, con su alto financiamiento monetario del déficit fiscal, inflación de tres dígitos, los sostenidos tipos de cambios múltiples y la escasez de reservas internacionales, son riesgos que los expertos en Uruguay piden analizar ya no como factores extraordinarios, sino como equilibrios duraderos en el corto y mediano plazo.
La gestión de ese deterioro, y sus consecuentes implicancias para la economía uruguaya, quedará en manos del próximo gobierno argentino. En las elecciones de hoy comienza a despejarse cómo será ese recorrido.
Fuente: Ámbito
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